La política de Tony Blair de extrema dureza frente al terrorismo ha sufrido un doble revés político. Pero la democracia británica ha salido doblemente reforzada. La decisión de los jueces de la Cámara de los Lores, la más alta instancia judicial británica, de declarar ilegal la detención ilimitada sin juicio de extranjeros, en este caso nueve sospechosos de terrorismo encarcelados desde tres años atrás, abre un boquete en la política de Blair que prometía hacer del endurecimiento en la lucha contra estos y otros crímenes el eje de su próxima campaña electoral. Los lores, en un fallo que tendrá repercusiones fuera del Reino Unido, han sentenciado que los derechos humanos no pueden ser restringidos en aras de la lucha antiterrorista. Como ha afirmado el juez Nicholls, "el encarcelamiento indefinido sin acusación o juicio es anatema en todo país que respete el Estado de derecho". No hay lugar para un Guantánamo en Gran Bretaña.
El principal responsable de esta línea dura, el hasta anteayer ministro del Interior, el invidente David Blunkett, se ha visto obligado a dimitir por otros escándalos: no por sus aventuras amorosas y paternidad extramatrimonial, pero sí por haber usado su cargo para acelerar la concesión del permiso de residencia a la niñera de su entonces amante, todo un ejemplo de tolerancia cero hacia el abuso de poder.
Su sucesor, Charles Clarke, un peso pesado del Nuevo Laborismo, no ha tenido tiempo ni de respirar. Ha anunciado que la controvertida medida de detención administrativa preventiva que no se aplica a los ciudadanos británicos y que fue añadida tras los atentados del 11-S a la dura ley antiterrorista de 2000, a costa de retirarse de una parte del Convenio Europeo de Derechos Humanos, será revisada sin tardanza por el Gobierno y por el Parlamento. Pero también que los apresados, entre los que se encuentra un sirio que supuestamente participó en la organización del 11-S, no quedarán en libertad. El Gobierno se arriesga así a ponerse fuera de la ley. La defensa aún puede acudir al Tribunal de Estrasburgo para lograr la excarcelación.
La sentencia es un éxito clamoroso para la defensa de las libertades, para el Estado de derecho y para los grupos que han promovido esta causa. Socava los fundamentos de la estrategia de Blair, aliado de Bush en la "guerra contra el terrorismo" y en la de Irak. Aunque esto afecte a su credibilidad, la falta de oposición hace que, pese a todo, Blair pueda ganar las elecciones que, previsiblemente, anticipará a la primavera.
sexta-feira, 17 de dezembro de 2004
Democracia británica
EL PAÍS - Opinión - 17-12-2004
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