Antonio Nicolás Marchal Escalona, Eduardo Serra Rexach, Manual de lucha contra la droga, Editorial Aranzadi, S.A., Pamplona 2011, ISBN 9788499030036
Resumo do livro
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“(…) Mi situación personal se fue deteriorando y me encontraba cada vez peor. Necesitaba una raya nada más levantarme ya que si no la esnifaba me dolían los riñones, no paraba de bostezar, temblaba…; la tomaba y asunto solucionado…, hasta el desayuno. Tenía que “meterme” otra para poder desayunar, otra para salir de casa, otra a media mañana, otra antes de comer, después de comer, etc., etc., etc. Al principio la coca me quitaba las ganas de comer, más tarde era precisamente la raya la que me permitía alimentarme. Ya no era vida. Ya no podía disimularlo por más tiempo, así que me marché del pueblo a otro muy lejano: poner distancia. No me costó mucho “adaptarme” al nuevo escenario (…). Si algo quiero rescatar de mi historia es el daño tan terrible que causé a mis padres. Al comienzo, cuando sospecharon que estaba enganchado, trataban de ayudarme, hablaban -o intentaban hablar- conmigo. Se esforzaron por llegar a ese inaccesible hijo hasta lo indecible. Perdieron la sonrisa, las ganas de vivir. Ya no iban de vacaciones, no salían, sufrían y sufrían una situación que les hacía desangrarse lentamente, que mataba sus ilusiones… Un recuerdo inolvidable es la tristeza permanente instalada en sus avejentados rostros antes de tiempo. Mis padres aparentaban 10 ó 15 años más de los que realmente tenían. No dormían esperando mi regreso, no vivían…, y todo, gracias a mí… (…)
Un día robé un coche y fui a recoger a Lidia a la salida del trabajo. Todo bien. Llevaba un coche potente y mi novia, droga y dinero. Tuve un accidente… Lidia murió. Yo quedé en coma durante cerca de mes y medio. Desperté, no recordaba nada. ¿Dónde está Lidia? -preguntaba. Nada me decían, hasta que, una vez recuperado, me lo contaron. Parece ser que iba a mucha velocidad y perdí el control del coche. Iba drogado. Me detuvieron… (…)
Se nos mira como a basura, delincuentes, escoria…; pero, si nos paramos a pensar, todos recordamos a algún familiar o amigo que transitó ese camino. Era buena gente. Yo lo conocí. Era un chaval como yo, con sus locuras y sus certezas, su inseguridad y su ingenuidad… Ahora ya no está. Cuando se enganchó a la droga era otra cosa. Comenzó su carrera de delitos y prisión, hasta que, lamentablemente, murió en…, murió por…
No sé si se podrá calificar o no como enfermedad mental, lo que tengo de cierto -al menos para mí-, es que un drogodependiente está más cerca de la enfermedad mental que del delito, no sé si equidistante, pero lo cierto es que no es dueño de sí. Que algo más fuerte que él mismo le arrastra a delinquir, a hacer daño, a destruirse y es precisamente eso lo que nos debe de quedar en la retina cada vez que les observemos y nos atrevamos a juzgarles (…)”.
Esta es parte de una historia, de muchas historias. La droga está ahí, en la calle, al alcance de quien quiera buscarla. Destruye vidas, aniquila familias, ilusiones, esperanzas. Está en nuestras manos -en las de todos-, ayudar aportando nuestro granito de arena en esta contienda.
Un día robé un coche y fui a recoger a Lidia a la salida del trabajo. Todo bien. Llevaba un coche potente y mi novia, droga y dinero. Tuve un accidente… Lidia murió. Yo quedé en coma durante cerca de mes y medio. Desperté, no recordaba nada. ¿Dónde está Lidia? -preguntaba. Nada me decían, hasta que, una vez recuperado, me lo contaron. Parece ser que iba a mucha velocidad y perdí el control del coche. Iba drogado. Me detuvieron… (…)
Se nos mira como a basura, delincuentes, escoria…; pero, si nos paramos a pensar, todos recordamos a algún familiar o amigo que transitó ese camino. Era buena gente. Yo lo conocí. Era un chaval como yo, con sus locuras y sus certezas, su inseguridad y su ingenuidad… Ahora ya no está. Cuando se enganchó a la droga era otra cosa. Comenzó su carrera de delitos y prisión, hasta que, lamentablemente, murió en…, murió por…
No sé si se podrá calificar o no como enfermedad mental, lo que tengo de cierto -al menos para mí-, es que un drogodependiente está más cerca de la enfermedad mental que del delito, no sé si equidistante, pero lo cierto es que no es dueño de sí. Que algo más fuerte que él mismo le arrastra a delinquir, a hacer daño, a destruirse y es precisamente eso lo que nos debe de quedar en la retina cada vez que les observemos y nos atrevamos a juzgarles (…)”.
Esta es parte de una historia, de muchas historias. La droga está ahí, en la calle, al alcance de quien quiera buscarla. Destruye vidas, aniquila familias, ilusiones, esperanzas. Está en nuestras manos -en las de todos-, ayudar aportando nuestro granito de arena en esta contienda.
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